Se quemaron las casas pero no los sueños. Siguen intactas la fe y las ganas de luchar para que todo vuelva a estar igual o mejor.
Las sonrisas aún se dan naturalmente. Niños, jóvenes, adultos y abuelos sintieron de su ciudad esa solidaridad que tantas veces nos ha unido en la tragedia.
Hoy los habitantes del asentamiento Puerto Rico dicen ¡gracias, gracias Armenia! porque nunca estuvieron solos, porque el alimento y el abrigo llegó en abundancia.
El suceso del pasado jueves 15 de agosto nos demostró que cuando el Estado se une con los ciudadanos, las cargas se hacen más llevaderas y deja en evidencia que sacar a Armenia adelante juntos, si es posible.